domingo, 22 de julio de 2012
Pepe Sosa: “Gracias al atletismo he podido hacer cosas que pensaba que nunca iba a ser capaz de hacer”
Cuando calza unas
zapatillas y viste ropa deportiva, su figura se torna inconfundible. Trota
tranquilo, pausado, suave y, pese a una apariencia de maquinaria pesada, parece
ir flotando con comodidad y sin aspavientos. En él no hay lugar para la
crispación. La tensión no aparece jamás. Sonrisa perenne mientras habla de todo
y con todos. Así corre. Así es. Si hubiera sido torero, Juan Belmonte
(legendaria figura de hace casi un siglo) habría visto en él lo que vio en sí
mismo: “Se torea como se es”. En la vida y en las carreras, Pepe Sosa Cárdenas
(Coria del Río, 1-9-1952) es un hombre de largo recorrido que mueve una montaña
de humanidad con pasmosa armonía. Sabe muy bien dónde están sus metas y también
sabe muy bien que las va a conseguir. No le importa cuándo. Sí le importa cómo.
Llegará al final y lo hará en unas condiciones tales que podrá afrontar el
siguiente reto no más cruzar la línea.
Cuando vio la primera luz
en el número 12 de la calle Santa María, ya venía algo sobrado de peso. La
criatura dio seis kilos en la balanza. Siempre ha llevado algún kilo de más.
Pero también siempre se ha movido con desenvoltura, con elegancia, con
agilidad... Con un porte que ya quisiéramos algunos. Pepe está casado “con mi
mujer, claro, con quién si no”. Ella se llama Ángela y ambos tienen dos hijos,
Ana María (34 años) y José Miguel (31), “que ya están criaditos y comen solos”.
Tiene su trabajo en la Secretaría General del Ayuntamiento de Coria. Su hobby
principal es correr, lo cual, para él, es disfrutar por encima de cualquier otra
consideración. De carácter extrovertido, encuentra en las relaciones humanas y
en la soledad de los caminos los contrapuntos idóneos para alcanzar su
felicidad. Hablar y evadirse. Así gana más. Así gana siempre.
-¿Cómo, cuándo y por qué
decides ponerte a correr y no a otra cosa?
-A primeros del año 96, un
amigote de El Viso que hacía atletismo me invitó a una carrerita. Yo sólo jugaba
al futbito un par de horas los sábados. Era febrero de ese año, no se me olvida,
y, gracias a este amigo, fui a la carrera del Casco Antiguo. Eran unos 8
kilómetros y, como yo no estaba inscrito, me buscó un dorsal.
Pepe Sosa muestra a la cámara su inconfundible sonrisa en la carrera popular El Naranjo del año pasado |
-Así que la primera carrera la haces sin
prepararla. Sólo por ver cómo era.
-Mira. Empezábamos en la Plaza Nueva y cuando
íbamos por la Puerta de Jerez ya me dije: “Esto no es el futbito”. Iba con la
lengua fuera. Tuve que echarla abajo y me dije que aquello había que tomárselo
con más tranquilidad. Y así lo hice. Fui más tranquilo y aguanté hasta el final,
pero con muchísimo trabajo. Dos semanas después corrí en San Pablo y me llevé a
mi compañero Salvador, el Moro, que no había hecho deporte nunca. En sus
primeras carreras tenía que parar a vomitar, pero después del vómito se ponía a
correr otra vez.
-Hasta ese momento, ¿qué
otros deportes habías practicado?
-Pues sólo el fútbol, el
futbito a nivel de aficionado. Nada más. He jugado varios años el torneo de
veteranos en el campo del Coria, incluso después de haber empezado a correr. Y
ahí ya había una diferencia, me notaba mucho más fondo, pero también unos
movimientos más lentos. En fin, no había quien me cansara, pero tampoco daba un
sprint.
-Viéndote correr, uno
piensa: “Éste no corre para ganar”. ¿Para qué corres?
-Corro para disfrutar. Y
para llegar a la meta.
-Juan Belmonte dijo: “Se
torea como se es”. ¿Ese aserto es extrapolable al atletismo? ¿Uno corre como
es?
-Yo, cuando corro, voy
saludando a todo el que me encuentro. Y la gente me saluda a mí. Y, hombre, los
que son allegados lo entiendo, pero a veces me encuentro con gente que me dice:
“Pepe, adiós”. Y yo no sé ni quiénes son, ni de qué los conozco, ni nada. Si me
los encuentro más tarde, les pregunto. Y ya se entabla una conversación en la
que me explican que hablaron conmigo en tal o cual carrera, que si corriendo
íbamos hablando, o que yo le di agua en no sé dónde… En ese aspecto soy muy
extrovertido y me meto en las charlas de todo el mundo y al final de la carrera
pues ya se entabla una conversación de la que surge cierta amistad.
-Empezaste en el 96.
¿Qué ambiente de atletismo había entonces en Coria?
-En el 96 no había club y
como yo estaba en la peña taurina Manolo Corona, que estaba arriba de la
Avenida, pues las primeras inscripciones las hicimos desde allí como peña
taurina.
-¿Pero sólo las tuyas o
también las de los demás?
-No, no. Las de todos. Debo
tener guardadas relaciones de corredores que se inscribieron como Peña Taurina
Manolo Corona. Por ejemplo la nocturna del Guadalquivir. Allí estaban Carlitos
Regaña, Mixto, Eduardo… infinidad de gente. Yo los inscribía a todos y mandaba
el fax a la organización.
-Un año después de eso
ya se fundó el club…
-En diciembre del 97. Y yo
estaba entre los fundadores.
-¿Qué recuerdos tienes
de esa época?
-La verdad es que no tengo
claro ni dónde fue. Fue en algún sitio en el que habíamos quedado gente que
corría. Me acuerdo de algunos, como Dominguito Lago, Francisco Campos, su
hermano Miguel, que fue el que nos hizo la gestión para dar de alta el club…
Pero hay muchos de los que no me acuerdo. Ni siquiera del sitio. Me suena que
fue en el pabellón, pero tampoco estoy muy seguro.
-¿Cómo has vivido el
cambio desde que el club se gestó a lo que ha llegado a ser quince años
después?
-Un cambio bárbaro. Ahora,
gracias a Francisco Herrera, hay una infraestructura. Yo siempre digo que
Francisco es el alma máter de este club. El día que él no esté lo vamos a pasar
un poco canutas. El ha organizado y ha coordinado muchas cosas, desde la gestión
del propio club, hasta eventos puntuales, como carreras, inscripciones, cobros y
tal. Algunas veces no sé ni de dónde saca tiempo. Yo, cuando hago una
inscripción, me cuesta la propia vida: entre ir al banco y ponerte en la cola,
mandar el fax, confirmarlo. Hombre, él cuenta con sus conocimientos de
informática, pero no me explico cómo le da tiempo a todo.
“Mientras corro, me olvido de la mayoría de los
problemas. Tiene que ser algo muy gordo para que no sea así”
-Cuando corremos, ¿qué
es más importante, el cuerpo o la mente?, ¿o todo es uno?
-Mientras vas corriendo,
por lo menos a mí me pasa, te olvidas de la mayoría de los problemas. Tiene que
ser algo muy gordo para que no sea así. Y si el esfuerzo que voy haciendo es
alto, también soy capaz de olvidar los problemas gordos. En el momento en que
paras, llegas a la meta o acabas el entrenamiento, esos recuerdos vuelven otra
vez y te vuelven a decir lo que hay. Pero durante esa hora, dos horas o lo que
sea, te olvidas prácticamente de todo. Te concentras…
-¿Es más un tiempo de
meditación?
-Sí. Pero también te da
tiempo de pensar en muchas cosas. A veces, cuando estás por ahí, tú mismo te
analizas y te dices: “¿Yo qué hago aquí? Pero si esto es de locos”. Hombre, una
carrerita de esas cortas no tiene importancia ninguna, pero te metes 24 horas en
Ronda, por esos campos de Dios… De todos modos, son momentos que se te quedan
grabados y no los olvidas. De cada carrera se guarda un recuerdo. Es algo
parecido a lo que ocurre con las camisetas, motivo por el cual tengo aburrida a
mi mujer. Y es que son cientos de camisetas y yo no quiero que tire ninguna,
porque cuando veo alguna camiseta me trae recuerdos de las vivencias de aquella
carrera. Entonces, le digo a mi mujer: “Cuando vayas a tirar una camiseta o la
vayas a utilizar para trapo, corta el logotipo de la carrera que sea, que yo no
lo vea”. Claro, si no me da un disgusto.
-El club te ha
distinguido varias veces con el Premio a la Constancia. ¿Es la constancia una de
tus virtudes?
-Era más constante al
principio. Recuerdo que entonces iba con muchas ganas y con mucha fuerza. Y no
es que ahora no las tenga, lo que pasa es que ahora diversifico más el esfuerzo.
Yo recuerdo haber salido con Salva a las diez y media o a las once de la noche y
llegar hasta el final de La Puebla y volvernos para atrás. Ya hiciera frío,
calor, lloviese, lo que fuera. Y hoy en día, ya eso no…
-¿Cuál es tu motivación
ahora?
-La única motivación ahora
es la de mantenerme en forma. De hecho, ahora llevo una temporada en la que
prácticamente no entreno y la carrera del domingo es la que me sirve de
entrenamiento. Quieras o no, al no tener ese fondo, hay que regular mucho más.
Hay que ir a un ritmo más lento para poder llegar bien a la meta y que al día
siguiente no te pase factura ni en el trabajo ni en nada. Últimamente estoy muy
cansado y con pocas ganas de correr. Eso sí, estoy saliendo por las tardes a
andar, y una hora o dos caen casi todos los días. Aunque estoy viendo por ahí
una marcha-carrera-trail que se llama la Turdetania, que me está picando el
gusanillo para hacerla. Ya veremos cuando llegue la fecha.
-¿Qué características
positivas de la vida del corredor has extraído para aplicarlas en tu vida
personal y viceversa?
-Pues lo que me ha dado es
estar siempre preparado. Me mantiene fácil, ágil. Ves a otras personas que cada
vez están más pesadas, casi no se pueden mover. Y esto te mantiene en una línea
recta, sin altibajos.
-Sueles apuntarte a
muchas carreras…
-A todo lo que sale
(risas).
-¿Qué tipo de carreras
te gustan más?
-Estoy haciendo últimamente
el trail, las carreras de montaña, en el campo… Desde mi punto de vista, yo creo
que es el futuro. No hay las mismas exigencias que en la carrera corta, no pisas
sobre asfalto, puedes aprovechar las vistas que te ofrece el poder correr al
aire libre, por la montaña. Por otro lado, tiene el inconveniente de que son
carreras que se celebran lejos y obligan a estar más tiempo lejos de la familia.
También, para no ir solo, tengo que ir con un grupo de gente que a veces no
localizo. Si yo tuviera que ir a las carreras solo, muchas veces no iría.
Entonces te buscas un grupo que te anima, que te ayuda, que te orienta un poco.
Al principio salía con mi compañero Salvador, que siempre ha sido el que me ha
acompañado hasta que lo dejó hace ya unos años. Pero me he buscado a otros tres
o cuatro y he seguido adelante.
-¿Cómo vives los
momentos previos a una carrera?
-Perdiendo mucho el tiempo,
porque llego y empiezo a saludar a uno y a otro…
-O sea, que… tensión,
cero.
-Tensión, cero. No merece
la pena. Me he hecho de un grupo de amigos de otros clubes que nos conocemos
todos, y cuando nos vemos nos saludamos y nos llevamos así un rato. Amistades, a
tope. Gente que llega y no tiene dorsal y hablo con unos y con otros hasta que
encontramos un dorsal; carreras a las que me voy a inscribir y ya no quedan
dorsales, pero me dicen que no me preocupe, que ya buscarán uno… Eso lo crea la
convivencia que se genera en los momentos previos y posteriores a la carrera. Es
lo que dices: tensión, ninguna. Hombre, si la carrera es un poco larga sí voy
más preocupado porque no sé si voy a resistir con el poco entrenamiento que
llevo. Pero sé que al final la carrera la hago, aunque la termine a gatas.
-Has corrido varias
veces el maratón de Sevilla. ¿Cuántos van ya?
-En febrero del 96 fui a
verlo por primera vez con Salvador, que, hasta que lo dejó, ha sido un compañero
mío inseparable. Vimos la carrera en varios puntos y dijimos que eso lo teníamos
que correr nosotros. Y corrimos el primero en febrero del 97. Yo prácticamente,
entre comillas, no he dejado de correrlo todos los años. Y digo entre comillas
porque ha habido años que no lo he corrido entero por falta de fondo o porque no
me lo había preparado. Pero, vamos, el medio maratón sí que lo he hecho. Cuando
no lo hago entero, me gusta hacer la salida, corro seis, ocho o diez kilómetros,
corto un poco y me voy al punto del medio maratón y desde ahí corro hasta el
final. Eso lo he hecho sobre todo los últimos años. Los primeros, no. Los
primeros los corrí entero, aunque en el kilómetro 33 ó 34 tenía que echar pie a
tierra y, con mucho trabajo, llegar a la meta andando y trotando.
Llegada a la meta en el maratón de Sevilla de 2010 cuando hizo 5 horas y 10 minutos, ya con el control cerrado. |
-¿De cual tienes mejor
recuerdo?
-Los primeros los hacía en cuatro horas y cuarto, cuatro horas y veinte, cuatro horas y media... Pero guardo muy buen recuerdo de uno, hace dos o tres años, en el que hice cinco horas y diez minutos. Me habían cerrado el control y todo. En el kilómetro 38, por el puente de la Barqueta, me adelantó el coche escoba. Claro, hay otros maratones que dan más margen y cierran el control en cinco horas y media o seis horas, pero el maratón de Sevilla está limitado a cinco horas. Iba con un amigo y le dije que se adelantara y que me hiciera la foto. Y ahí tengo mi foto con cinco horas y diez minutos. Y, además, ese fue el único maratón en el que no me he llegado a parar.
“He subido el Veleta, he corrido el maratón y los
101 kilómetros de Ronda, pero la carrera más dura fue una milla en
Utrera”
-¿Cuál ha sido la
carrera más dura que has corrido?
-Los 101 kilómetros de
Ronda son bastante duros, pero tienes mucho tiempo para terminar. Es una carrera
dura por el agotamiento. Pero yo creo que las más duras son las dos o tres
subidas que hemos hecho al Veleta. El tiempo allí no es el mismo, es muy
desagradable, hace mucho viento, mucho frío…
-Y también poco aire
para respirar, ¿no?
-No, no creas. El ritmo que
llevamos nosotros no nos exige tanto aire. Nosotros vamos trotando la mitad de
la carrera y la otra mitad la hacemos entre trotando y andando, así que por ese
aspecto no hay problema, porque nos vamos adaptando al desnivel poco a poco. Esa
falta de oxígeno sí la notan los que llevan un ritmo fuerte y en poco tiempo
acumulan un gran desnivel, pero nosotros no... Ah, hablando de carreras duras,
tengo un trofeo, segundo de mi categoría de veteranos, en una nocturna en
Utrera… Fue un 30 de agosto. Esa ha sido para mí la carrera más dura que he
corrido, más incluso que los 101 kilómetros de Ronda. Era una milla, 1.609
metros, tardé 6 minutos y poco. Es decir, corrí a 4 minutos y muy poco. Llegué
al vestuario y me faltaba el aire. Creí que me daba algo. En esa carrera hice un
calentamiento como no lo había hecho nunca. Lo hice con el Mixto. Progresiones,
estiramientos… Hice tres millas en vez de una.
-¿Qué otros recuerdos te
vienen a la mente?
-La primera vez que fuimos
Salvador y yo a los 101 kilómetros de Ronda hubo un caso muy curioso con un
brigada que vive en Utrera, que después se hizo muy amigo nuestro. El hombre era
especialista en el Ejército en movimientos nocturnos. En esa carrera, cuando
salíamos de Setenil, nos llamó la atención algo entre unos vecinos de allí. Fue
un detalle que al principio parecía insignificante. Vimos a un niño que se
acercaba a unos padres que estaban viendo la carrera y notamos algo raro. Pero,
claro, íbamos corriendo y no pudimos percibir nada con claridad. Unos kilómetros
más adelante vimos a un participante que venía hacia atrás preguntando si
habíamos visto una cartera donde llevaba toda su documentación personal, la
militar, las tarjetas de crédito... Le dijimos que no sabíamos nada de cartera,
pero que habíamos visto una situación algo extraña en un mirador a la salida de
Setenil. Le dimos algunos detalles más y el hombre siguió hacia el sitio que le
indicamos y, efectivamente, allí estaba su cartera intacta. Luego, como era más
rápido y estaba más fuerte que nosotros, nos alcanzó y, en agradecimiento, se
quedó con nosotros hasta el final. Y como estaba acostumbrado a los
desplazamientos nocturnos y nosotros no llevábamos frontiles ni luces ni nada,
nos fue guiando e indicando por dónde teníamos que pasar y pisar. Él veía todos
los charcos y todas las piedras y nosotros no éramos capaces de ver nada. Mucha
gente lleva una serie de cosas que le ayuden en la carrera… Y yo he ido dos
veces a Ronda y no he llevado nada. Una riñonera con cuatro cosas que ni
siquiera he usado.
“Me gustaría volver a correr con mi amigo Salvador,
a quien echo mucho de menos”
-Has hablado mucho de tu
compañero Salvador. ¿Por qué lo dejó y cómo ha influido en ti?
-No lo sé exactamente.
Bueno, sí pienso algunas cosas, pero no las voy a decir, porque son motivos
personales en los que, lógicamente, no voy a entrar. También pienso que, aparte
de esa idea que yo tengo, él tenía una motivación en sus padres. Mientras sus
padres vivían él salía a entrenar y a correr. Pero cuando sus padres faltaron,
se notó el bajón.
-Recuerdo que hace unos
tres o cuatro años hicisteis juntos la travesía Coria-El Rocío que terminó en
Hato Blanco…
-Pues creo que esa fue la
última. Ya llevaba algo más de un año sin correr. Y se metió a hacer la machada.
Y la hizo. Allí al lado del coche de Protección Civil, medio andando, pero la
hizo. Me gustaría volver a correr con él, porque lo echo mucho de menos.
-¿Qué te ha dado el
atletismo?
-Muchas satisfacciones,
sobre todo por haber conseguido hacer cosas que pensaba que nunca iba a ser
capaz de hacer. Retos deportivos, retos de gran esfuerzo como la carrera de
Ronda… Cuando digo que yo he corrido en Ronda, algunos me miran y no se lo
creen. A propósito de Ronda, hay otra anécdota de cuando fuimos la primera vez a
hacer los 101 kilómetros. Antes de ir estuvimos indagando a ver quién la había
corrido en años anteriores para que nos informase. Miguel Campos nos dijo que él
sabía de un señor que había ido varias veces. Era Juan Crespo, un contratista
que vivía por el almacén del Pollo. Fuimos a verlo Salvador y yo a su casa y el
que estaba era el hijo. Cuando le dijimos el motivo de la visita nos echó una
mirada de arriba abajo. Nos dijo: “¿Vosotros vais a hacer esto? Pero si yo con
el coche acompañando a mi padre las he pasado canutas”. Juan Crespo es un atleta
conocido a nivel de Sevilla e incluso fuera. Formaba parte de un grupo al que
creo que llamaban Los siete magníficos.
-Has practicado yoga.
¿Te ha servido esta práctica para aplicarla a las carreras?
-El yoga, más que a la hora
de correr, me ha servido para encontrarme un poco con mis pensamientos, con mi
yo interior. Lo que sí me ha servido para correr ha sido el Pilates, porque me
ha ayudado a hacer lo que normalmente no hago: el estiramiento. Yo me he
mantenido bastante bien mucho tiempo sólo con hacer dos o tres días de Pilates.
Este año no ha salido el curso y lo estoy notando, me noto menos fuerte. Pero,
bueno, habrá que seguir, ¿no?
Pepe Sosa saluda a la cámara en el medio maratón Sevilla-Los Palacios de 2009 |
El encuentro de una podóloga y su
“maestro”
Pepe Sosa no quería dejar
pasar la oportunidad para hablar de Sandra Sánchez, su podóloga. “Sandra es un
capítulo aparte. Yo había ido a correr a Niebla e iba con un dolor en el pie
derecho que iba a reventar. Me había dado ya dos o tres sesiones con el
fisioterapeuta, que pensaba que el problema podía ser de la fascia, pero no
mejoraba. Se lo comenté a Francisco Herrera y me dijo que buscara un podólogo.
Ya me habían hablado alguna vez de Sandra y fui a verla a su consulta. Fue
llegar e inmediatamente, a los dos minutos, me dijo que el problema era de los
metatarsianos. Y acertó de pleno. Estuvimos hablando un rato. Recordamos una
charla que había venido a dar al Ayuntamiento de Coria, donde me presenté. Y
allí, en su consulta, tenía alguna foto mía corriendo. Ella va a muchas carreras
a hacer fotos de gente corriendo y así va viendo la pisada de cada uno. Le
pregunté que por qué tenía precisamente la mía. Y me dijo algo que me
sorprendió: que yo, para ella, era su maestro. Muchas veces lo he pensado. ¿Por
qué dice eso? Ella sabrá los motivos. De hecho, en el Facebook se refiere a mí
como ‘mi maestro Pepe’. No sé. Ella sabrá por qué”.
Pues averigüemos por qué.
Sandra Sánchez es podóloga y algo más. Es una profesional íntegra, con una
dedicación y con un amor por su trabajo inusuales: va a muchas carreras sólo
para hacer fotos de los participantes y analizar sus diferentes maneras de
correr. Y también es una persona a la que merece la pena conocer. Ella también
corre. Su disciplina son los trails, larguísimas distancias por la montaña. Un
día, en cuestión de horas, perdió a Lala, su mejor amiga, lo cual la condujo a
una tristeza infinita. ¿Por qué llama “mi maestro” a Pepe Sosa? “Llevo toda mi
vida deportiva viendo a Pepe. Cuando di mi charla para el Club Atletismo Coria
en el año 2005, allí estaba él. Se presentó al acabar la charla y desde entonces
lo he seguido. Cuando hacía mis fotos, él era una de las personas que aparecía.
Yo siempre me preguntaba cómo un hombre con sus características físicas podía
estar incluso en dos carreras el mismo fin de semana. Lo admiraba en silencio y
pensaba que de mayor quería ser como él. Cuando tuvo su recaída en el pie, se
presentó en mi consulta preocupado porque pensaba que no iba a volver a correr.
Comenzamos nuestro tratamiento y empezamos a hablar de carreras. Le conté la
historia de mi amiga Lala.
Le dije que el empezar a correr por la montaña era para que mi mente en ese tiempo de carreras se recuperara de la presión que, aunque nadie lo note, tengo. Su pérdida ha sido para mí algo de lo que aún me cuesta hablar sin llorar y pensar sobre la vida y sobre mi vida, algo que a veces no apreciamos. Y sólo en la montaña soy capaz de hacerlo. Entonces él me dio un ejemplo de humanidad, de cariño, de amabilidad y de sabiduría. Cuando me di cuenta, le había contado mi vida y allí estaba él escuchándome, sin pestañear, dándome sabios consejos y demostrándome que, efectivamente, correr no es ganar, sino disfrutar, relacionarse, evadirse… Me propuso hacer maratón y yo le propuse entrenamiento en la montaña. Ambos cumplimos nuestros objetivos. ¿Por qué le digo mi maestro? Pues mira, en mi carrera profesional ha habido varios pacientes que han marcado mi vida, que siempre están en la sombra y con los que el cariño es mutuo. Me ayudan mucho sin darse cuenta. Son Francisco Herrera, Miguel Fernández Olivero, Carlos Madrid, Manuel Venegas, Gloria Gallego, Soledad Lopera, Mamen Sáez... y Pepe Sosa, que por ser el mayor en edad y tener más experiencia de la vida, ya no sólo deportiva, me enseña con cada consejo, con cada palabra e incluso con cada sonrisa. Por eso es mi maestro. Aprovecho para agradecerle todo lo que hace por mí desde la sombra y para que sepa todo el mundo que es una gran persona. Desde aquí le mando mis mejores deseos para él y para toda su familia”.
Le dije que el empezar a correr por la montaña era para que mi mente en ese tiempo de carreras se recuperara de la presión que, aunque nadie lo note, tengo. Su pérdida ha sido para mí algo de lo que aún me cuesta hablar sin llorar y pensar sobre la vida y sobre mi vida, algo que a veces no apreciamos. Y sólo en la montaña soy capaz de hacerlo. Entonces él me dio un ejemplo de humanidad, de cariño, de amabilidad y de sabiduría. Cuando me di cuenta, le había contado mi vida y allí estaba él escuchándome, sin pestañear, dándome sabios consejos y demostrándome que, efectivamente, correr no es ganar, sino disfrutar, relacionarse, evadirse… Me propuso hacer maratón y yo le propuse entrenamiento en la montaña. Ambos cumplimos nuestros objetivos. ¿Por qué le digo mi maestro? Pues mira, en mi carrera profesional ha habido varios pacientes que han marcado mi vida, que siempre están en la sombra y con los que el cariño es mutuo. Me ayudan mucho sin darse cuenta. Son Francisco Herrera, Miguel Fernández Olivero, Carlos Madrid, Manuel Venegas, Gloria Gallego, Soledad Lopera, Mamen Sáez... y Pepe Sosa, que por ser el mayor en edad y tener más experiencia de la vida, ya no sólo deportiva, me enseña con cada consejo, con cada palabra e incluso con cada sonrisa. Por eso es mi maestro. Aprovecho para agradecerle todo lo que hace por mí desde la sombra y para que sepa todo el mundo que es una gran persona. Desde aquí le mando mis mejores deseos para él y para toda su familia”.
Aclarado. Y definido. Así
es Pepe Sosa Cárdenas.
Jesús M. Martínez
Jesús M. Martínez
No hay comentarios:
Publicar un comentario